lunes, 8 de febrero de 2010

Nunca tuve zapatos,
Ni trajes, ni palabras.
Siempre tuve regatos,
Siempre penas y cabras.

Me vistió la pobreza,
Me lamió el cuerpo el río,
Y de pié a la cabeza
Pasto fui del rocio.

“La nación clandestina” (1989) es posiblemente la mejor película hecha en Bolivia, un país donde la expresión cinematográfica es mediana y esporádica, como sucede en buena parte de América Latina. La formación de su director, Jorge Sanjines, fue resultado de una época donde un importante sector de las artes tenía inculcado un compromiso político: alentar a las masas hacia la Revolución. Con esta intención, el cine, como la literatura o la pintura, era concebido como el hacha que rompiera el hielo de la pasividad en el espectador. En los setenta, liderando el Grupo Ukamaru, Sanjines realizó sus primeros trabajos ensayando una visión socialista del mundo indígena y sus problemas.

La narrativa de su cine favorecía el distanciamiento antes de la seducción del relato, y el protagonismo colectivo por encima de los avatares de un héroe. Naturalmente, los tiranuelos de uniforme tomaron nota y el Grupo Ukamaru sufrió persecución. Sanjines partió al exilio pero continuó realizando películas con comunidades campesinas en el Perú y Ecuador. Tiempo después, cuando la dictadura de turno perdía fuerza, Sanjines retornó a Bolivia con un cine igual de combativo pero con mayor complejidad formal. “La nación clandestina”, su obra definitiva, estaba por venir.


Título Original: La Nación clandestina
Año: 1989
País: Bolivia
Género: Drama
Director: Jorge Sanjinés
Guión: Jorge Sanjinés
Actores: Reynaldo Yurja, Delfina Mamani, Orlando Huanca, Roque Salgado, Willy Pérez, Percy Brun, Luis Severich
Duración: 02:00:22




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